Una carta desde el extranjero

A quien sea de su interés.

Sé que escribir cartas está pasado de moda, ahora son todo audios y videollamadas, pero yo soy un alma bohemia y aunque no sea un gran escritor, me gusta escribir, así que, me tomo esta licencia para escribirte esta carta digital y contarte de mi estadía por estos lares.

Es difícil describir con palabras las inmensas extensiones de campo inabarcables que dominan el paisaje, adjunto alguna fotografía para que te hagas una idea. Viniendo desde Córdoba, en autobús, se pueden apreciar zonas llenas de palmeras y otras llenas de cactus y de repente, en mitad de la nada, un cementerio, o varios caballos. La naturaleza es agreste y la tierra blanca por la sal. Hay gente que tiene su casita en mitad del camino. La carretera no se acaba. El cielo por la noche aquí es muy estrellado. Uno se siente tan pequeño ante esta inmensidad que es mejor no pensarlo. Quién transitará esos caminos de tierra que se pierden en la nada. Qué tipo de animalejos rondarán por ahí.

El calor en verano es infernal, entre los cuarenta y cincuenta y pico grados, este año ha sido récord mundial, literalmente una de las zonas más calientes de la tierra. Aun así, es increíble apreciar grandes tonalidades de verde, en los árboles, en los matojos, en la hierba que, escapándose a mi razón, no se seca, debe de estar acostumbrada al calor. Sin duda, un paisaje curioso, extremo y peculiar. Cabras y vacas a cada lado. Niños que corren descalzos. Un puesto que pone "Vendo tortuga". "Coyuyos" que comienzan a cantar al atardecer, a un volumen tan alto que ensordece.

Un cartel oxidado reza "Bienvenidos a Santiago del Estero, madre de ciudades". Por aquí pasaron los primeros españoles, hace casi quinientos años, para comenzar su conquista argentina.

Aquí cuando llueve, llueve con ganas. De repente, en unos pocos minutos, las carreteras se convierten en piscinas, o "piletas", como se dice acá. Sudas y te mojas a la vez. Los mosquitos esperan su momento y no se apiadan de mí, saben que no soy de aquí y se relamen. Pero lo mejor de esta zona del planeta no es su clima, ni su comida, cuya variedad es limitada: milanesas, empanadas, asados y algunos restaurantes de comida árabe (muchos sirios y libaneses emigraron a estas tierras en el siglo XX); aquí lo que más resalta es la personalidad de sus habitantes: acogedora, humilde y calmada. Aquí los tiempos son diferentes, la vida transcurre de otra manera, sin tantas prisas. Y eso, se acaba pegando. El ritmo de tus latidos se relaja, hasta que empieza a sonar su música. Chacareras, zambas, vidalas que cuentan historias de sus gentes, de su tradición, de sus tierras y "pagos", de amores y desamores, de la "Telesita", de su forma de vivir... Poco a poco te sumerges en su folclore, en su cultura más valiosa. Algo en ti cambia, se remueve, notas como el ánimo mejora, te olvidas de la distancia y sientes que es ahí donde tienes que estar. Ver guitarrear y cantar a familias enteras, que bailan desde que nacen, que llevan la música en la sangre, es hipnótico y mágico. No corren los segundos. La vida parece que es tan sencilla en ese momento. Musicalidad que les hace derrochar alegría, carisma y felicidad.

Uno no se siente extranjero en esta tierra, aunque mis pintas de gringo me delaten y mi "tonada" desvele que soy español aun cuando solo digo un simple sí. No hay casi turismo en Santiago y eso le da gran personalidad. Me siento afortunado por estar aquí. Su reclamo más importante es la fiesta de "La Salamanca", que este año celebra su treinta aniversario. Fiesta que aúna a los mejores músicos del folclore argentino. Según la leyenda, proveniente de España, "La Salamanca es un lugar en lo más oculto e impenetrable del monte, cuya entrada conduce a una cueva donde concurren los excluidos, las brujas, los malditos... Y también quienes asisten para adquirir determinadas destrezas a cambio de un pacto con "Supay" el diablo".

Yo iré a ver qué ocurre.

Después de un mes por aquí, puedo decir que añoro mi tierra, pero que una parte de mi alma ya forma parte de esta.

Volveré, pero no de momento.

Recibe mis saludos, en cuanto viva nuevas experiencias y observe más curiosidades, puede que te escriba otra carta, solo si quieres leerla claro.

PD: aquí conviven coches modernos con otros que tienen más años que yo. El más común es el Ford Falcon, que se dejó de fabricar en 1991, así que, figúrate. Pasado y presente circulando a la par; la verdad, que son más bonitos esos coches antiguos. Los tengo fotografiados, ya te los enseñaré.

Sinceramente, Álvaro.