LOS PRIMOS NO SE BESAN

Basado en un guion escrito junto a Alejandro de Vega.

Habría unos cien invitados, incluso más. Es difícil hacer una estimación cuando hay tanta gente. Lucas perdió la cuenta cuando todos se levantaron para darse la paz. Llevaba ochenta y siete y todavía le quedaban unos cuantos, pero se movían mucho. Además, sus tías le besaban una detrás de otra. Era imposible esquivarlas, eran profesionales de los besos; centenares de misas habían pulido su técnica en el momento de la paz.  Justo después de que le diera dos besos muy fuertes y sonoros la tía Luisa, divisó a Patricia, su prima. Ambos tenían quince años, aunque ella le sacaba cinco meses. Patricia, que estaba sentada cuatro bancos detrás de él, se levantó específicamente para ir a darle la paz a su primo. Iba vestida con un vestido azul marino largo y llevaba el pelo recogido con unas horquillas. Está más guapa que la novia, pensó Lucas. Manejaba su sonrisa con la confianza de quien sabe que tiene una sonrisa encantadora. Y encantado estaba Lucas también al verla acercarse a él.  “La paz esté contigo Lucas” le dijo mientras le daba dos besos, “Y contigo Patricia” le respondió algo tenso por la suavidad y ternura con la que fue besado, “Me vuelvo a mi sitio, que no quiero llamar la atención. Nos vemos a la salida”, “Claro, pásalo bien” sonrió Lucas. ¿Pásalo bien?, pensó, ¿Cómo se lo va a pasar bien?, es una misa idiota, la gente no lo pasa bien en las misas, bueno, las viejas supongo que sí, aunque siendo una boda… Lucas seguía perdido en sus pensamientos mientras el cura acababa de casar a los novios. Se imaginaba a él vestido de traje casándose con Patricia, pero en seguida se quitaba ese pensamiento de la cabeza y pedía perdón a Dios por tener ese tipo de pensamientos pecaminosos. Hay seis mil millones de personas, pensaba, de las que más de la mitad son mujeres ¿Y voy y me imagino casándome con mi prima Patricia?, yo no estoy bien de la cabeza. Ha venido a besarme, ¿Y qué?, nos llevamos bien, y lo saco de contexto y la planto en el altar vestida de novia, no, no, no, esto no está bien Lucas, fíjate en alguna chica de la familia de la novia y quítate a Patricia de la cabeza. ¡No! Quítate a todas las mujeres de la cabeza, por Dios, que estás en la iglesia.

El banquete se celebró con la normalidad con la que se celebran los banquetes de boda, y con los pequeños detalles que encierra cada uno. Detalles que los hacen diferenciarse de los demás: en cada mesa un nombre del sitio en el que los novios estuvieron juntos, piruletas con dedicatorias personalizadas a los comensales (Al más introvertido de la familia Rodríguez, utiliza esta piruleta para ligar con alguna chica guapa de la familia de Laura. Alba por ejemplo que es de tu edad jejeje. Pista: es rubia de ojos verdes), incluso fuegos artificiales llegaría a tener la celebración. Lucas estaba sentado en la mesa de los primos, todos mayores de edad y algunos ya con su pareja. A su lado estaba Patricia, la única capaz de conseguir que no se aburriera, pues sus primos iban todos bastante borrachos ya.  “¡Lucas!, échate una copilla de vino coño, que por una no te vas a morir y te va a venir bien para que hables un poco” le dijo Marcos,  “Yo a su edad me enganchaba buenos pedos, eso sí, disimulando como buenamente podía delante de mis padres, que si no me soltaban un guantazo de aúpa” alardeaba otro primo, “Dejad al chaval coño, que es el único sano de la familia” alegó Sonia, la novia de uno de sus primos, “¡La voz de la conciencia!, no le hagas caso Lucas, si quieres una copita bebe, que tus padres no se van a enterar, además ellos ya van un poco cocidos” rio con la potencia y el volumen propio de un borracho que se lo está pasando bien. Lucas les sonreía sin entrar al trapo, aguantando a que la conversación se centrara en otro aspecto, los ligues de José, por ejemplo. José era su primo más cercano en edad. Tenía veinte años y era el alma de la familia. Siempre hacía reír a todo el mundo contando sus historias, chistes, imitando a personas, además era muy inteligente y cuando bebía su ingenio se agudizaba una barbaridad. A Lucas le caía muy bien porque le trataba como a un adulto y nunca era el flanco de sus bromas o imitaciones. Lucas le admiraba y siempre pensaba que se le podía haber pegado a él un poco de su don de gentes. “José, ¿ya has fichado alguna presa?”  preguntó Marcos cambiando por fin de tema para alivio de Lucas, “Pues hay un par de ellas que están de diez, lo que pasa que una tiene pinta de ser menor de edad”, “Bueno, pues esa déjasela a tu primo pequeño cabrón, eh Lucas, tú luego vete con el José y aprende de él que es un figura”, “Sí, sí” seguía Lucas dándoles la razón como a los locos. Esa será la tal Alba pensó, ni aun bebiéndome la botella entera de vino tendría cojones a entrarla. “Oye Patri, tú ten cuidado no vaya a haber otro José en la familia de Laura ¿eh?” volvió a reír el primo de la risa sobreactuada, “Ja ja, me parto, yo rezo porque no tengan a nadie que se ría tan alto como tú, que con uno en una boda ya es suficiente” respondió con ferocidad. A Lucas le hizo gracia y saboreó la respuesta, ya era hora de que alguien con cojones se lo dijera.

Un corro multitudinario rodeaba a los novios que bailaban el vals protocolario. Poco a poco la gente se fue uniendo, intentando no chocar entre ellos, pues no quedaba mucho espacio entre todas las parejas formadas. Sus primos estaban en la barra pidiendo cubatas. José estaba bailando con una chica de la familia de Laura, bastante guapa. Lucas le miraba orgulloso. Llegó Patricia y se puso a su lado “Hola”, “Hola”, se sonrieron y se quedaron mirando cómo bailaba la gente. Se acercó Antonio, su padre, bailando con su madre “Lucas saca a bailar a tu prima que se está aburriendo”, “No seas pesado papá”, “Qué pena que seáis primos cago en diez, con la buena pareja que hacéis” dijo Antonio con un tono con el que se podría estimar el número de vinos que se ha bebido, “¡Papaaa!” anda vete a tomar otra copa y déjanos tranquilos”, “Bueno, bueno, buenoooooo, como se pone el hombrecitoooooo”, “Antonio, compórtate y deja al chico en paz” salió su madre en defensa suya, “No bebas que te vigilo eh” le dijo Antonio guiñándole un ojo, “Mejor vigílate tú, que no sé cómo vamos a volver al hotel” respondió Lucas alegrándose de su sagacidad y de la sonrisa que le consiguió sacar a Patricia y a su madre, “Cuando seas padre comerás huevos” respondió Antonio sin saber qué decir. Antonio se volvió a la pista de baile con su mujer dejando el asunto zanjado. “Tu padre es un show”, “Sí, es experto en avergonzarme delante de la gente”, “Es muy gracioso, además delante de mí no te tienes que avergonzar”, “Ya, bueno, no sé, es que ya tengo bastante con los primos cada vez que nos vemos, para tener que aguantarle a él también”, “Bueno chico, defiéndete, total, seguro que eres más listo que todos tus primos”, “Hombre no es muy difícil, el único inteligente es José, ojalá fuera yo un poco como él”, “Qué dices Lucas, es verdad que José es muy divertido, pero al fin y al cabo es un golfo más, como él hay muchos”, “Ya bueno, pero yo no”, “Tú eres diferente, eres especial”, “La gente se piensa que por hablar poco se es más inteligente y se piensa más, y que lo que se dice, cuando se dice, debe de ser importante. Yo no hablo porque soy tímido, no porque sea especial”, Patricia le miraba sonriente a cada palabra que decía y Lucas poco a poco se iba creciendo en su discurso. “Pues a mí me parece muy interesante todo lo que me dices”, “Porque contigo es con las pocas personas con las que puedo hablar”, “Anda vámonos de aquí” le agarró del brazo y salieron de la sala de baile.

Una vez fuera, Patricia le soltó el brazo y comenzó a correr. Lucas corrió detrás de ella. Los exteriores del salón de bodas eran bastante grandes y con multitud de pasillos recubiertos con enredaderas que creaban un ambiente romántico e idílico. El sol ya se había puesto pero quedaba la suficiente luz para ver. Lucas no conseguía atrapar a Patricia, que corría rapidísimo y con un bolso cargado de lo que solo las mujeres consideran imprescindible. Lucas no entendía como a Patricia no le entraba flato, no paraba de reír. Él en cambio tenía el corazón acelerado y no creía que pudiera seguir así un par de minutos más sin vomitar toda la comilona. Patricia al fin se paró y Lucas dio gracias e intentó recobrar el aliento. Estaban en uno de los pasillos suficientemente oscuro para que nadie les reconociera. Realmente está muy bien organizado para que las parejas se pierdan y se enrollen por aquí, pensó Lucas mientras se recomponía y se hacía consciente de dónde estaba “¿Qué pasa que no eres capaz de atrapar a una chica?”  le vaciló Patricia mientras se sentaba en el suelo y se apoyaba en una de las vigas metálicas del pasillo. Lucas se sentó a su lado “Uff, es que no hago nada de deporte ¿Cómo eres capaz de correr tan rápido, con ese vestido, riéndote y el bolso lleno hasta los topes?” “Ya ves, si quiero quemar todo lo que como tengo que hacer ejercicio”, “Menos mal que te has parado, estaba a punto de vomitar” maldijo Lucas para sí mientras decía esas burdas palabras “Jajaja, que cosas tienes Lucas, ¿ves cómo sí que eres especial?” “Sí, cualquier otro chaval meramente en forma no estaría muriéndose ahora” Patricia sacó una botella del bolso. Lucas la miraba sorprendido. Sorprendido por correr tan rápido con una botella en el bolso, y sorprendido por llevar una botella en el bolso “¿Y eso qué es?, ah licor café… genial” mintió Lucas pensando que ahora era cuando haría el ridículo al beber de eso “¿Te gusta?” le miró Patricia ansiosa. “Sí, bueno, prefiero otras cosas, pero eso está bien”, “Iba a coger la de mora, pero es que me encanta el sabor del café” “Además de emborracharte te despierta” intentó ser ingenioso, aunque comenzaba a sospechar que Patricia se reía de la misma manera que se reía él de los chistes de sus primos “Pues venga borrachín pégale un trago” Lucas abrió la botella, olió su interior e intentó disimular su desagrado. Le tenía que echar valor e ir pareciéndose un poco más a su primo José “Allá voy” sonrió nervioso como quien va a saltar desde un trampolín de quince metros. Cogió aire y resopló “Venga, no te hagas de rogar, si has dicho que te gusta” recriminaba Patricia impaciente. Lucas pegó un trago a la botella e intentó disimular su asco. Patricia le miraba sonriente. Lucas le pasó la botella y Patricia le dio un tragazo y se la volvió a pasar “Dios está genial” , “Está buenísimo sí”  le pegó otro trago a la botella que le volvió a saber asquerosa. Se miraron. Los dos sentados en el suelo y bebiendo a morro de una botella de licor café. A más de uno le gustaría estar en esta situación pensó Lucas ¿Cuántos chicos estarán enamorados de mi prima?, es genial, tiene ese poder que te encandila y te hipnotiza, y qué simpática es, y especial, porque estar bebiendo aquí conmigo en vez de estar presumiendo de su belleza delante de los demás hay que tenerlo en cuenta. ¿Tendrá novio? “¿En qué piensas?”  preguntó Patricia sacándole de su ensoñación. “En nada, estaba disfrutando del momento”, “Uff, es que ahí dentro se agobia uno ¿verdad?”, “Sí, ¿pero no prefieres estar allí bailando?”, “Que va, prefiero estar contigo aquí más a gustito, que para pocas veces que te veo quiero aprovechar” Patricia le lanzó una sonrisa que lo paralizó. Lucas se avergonzó y bajó la mira dándole otro trago a la botella. Patricia sacó la típica cajetilla de cigarros que regalan en las bodas y se encendió uno con un mechero, de propaganda también. “¿Has arrebatado con todo eh?”, “Me apetecía divertirme un poco” Patricia le dio otra calada y se lo pasó a Lucas, que lo cogió con indecisión. “¿Te gusta fumar?”, “No lo sé, nunca lo he probado”, “Pues esta es una buena ocasión”. Lucas le dio una calada con miedo y comenzó a toser. Se avergonzaba un poco ante la risa condescendiente de Patricia “No paro de hacer el ridículo hoy ¿eh?”, “Qué dices, todo el mundo tose la primera vez que fuma, solo hay que acostumbrarse. Dale otra calada verás”, Lucas le dio otra calada. Le volvieron a entrar ganas de toser, pero consiguió evitar la tos con un esfuerzo grandísimo. Le pasó el cigarro a su prima y le dio otro trago a la botella para quitarse la carraspera de la garganta producida por el cigarro. Patricia se le quedó mirando fijamente. Lucas, al notar cómo le mira se ruborizó “¿Qué?”, “¿Tienes novia?”, “Eh… no”, “Pues será porque no quieres”, “No sé, ¿y tú tienes novio?”, “Ahora mismo no. Son todos unos capullos”, “Sí”, “Pero a ti te gustan las chicas ¿no?”, “Pues claro” respondió ofendido “¿Es que parezco marica o qué?”, “Perdón chico, tampoco te pongas así, hay gays que no lo parecen”, “Pues yo no soy gay”. Los dos se quedaron en silencio, hasta que Lucas se empezó a reír. El alcohol ya le estaba empezando a hacer efecto. Patricia reía también. “A mi padre le daría algo si fuera gay”, “¿Y yo te parezco guapa?” Cada nueva pregunta que le hacía Patricia a Lucas le sorprendía. Se sentía como en un interrogatorio de tercer grado. No sabía nunca por dónde iba a salir y cada pregunta conllevaba un doble sentido que le incomodaba un poco. “Sí… Eres la prima más guapa de todas”, “¿Y si no fuera tu prima?”, “Que seas o no mi prima no hace que seas más guapa o menos”, “Ya, obvio, pero a ti te parezco guapa de verdad, o lo dices porque somos primos segundos” Que enfatizara tanto la palabra segundos le empezó a mosquear un poco a Lucas. ¿Qué querría insinuar su prima?, ¿Por qué le había llevado a ese lugar oscuro a beber y fumar?, ¿Por qué no paraba de preguntarle si le parecía guapa?, ¿Debería volver a la fiesta o echarle cojones y seguir el juego?, Lo que estaba claro es que él en ningún momento había llevado la iniciativa de lo que estaba pasando. Acaso nunca había llevado la iniciativa de su vida. Siempre dejando que pasaran las cosas, dejándose llevar hacia donde le colocaran las circunstancias. Evitando las elecciones complicadas y dando rodeos para no decidir. Ahora por fin, el destino le ponía en una encrucijada, aunque de momento, seguiría usando su vieja y cómoda táctica de no hacer nada y ver qué es lo que pasaba. “Me pareces guapa de verdad. Muy guapa en serio, ¿Por qué me lo preguntas?”, Patricia le sonrió aliviada. Ella se sentía guapa y los hechos lo corroboraban, pero necesitaba estar segura de que le parecía guapa a su primo antes de lanzarse a su boca para darle un beso.

Le sorprendió el beso, aunque en lo más profundo de su ser lo deseaba con locura y en cierto modo intuía que acabaría pasando, por mucho que se emperrara en reprimir ese deseo. Lucas aguantó el beso placentero y poco a poco el corazón comenzó a estabilizarse y latir con menos fuerza y velocidad. ¿Qué importaba el resto? ¿Por qué no disfrutar de la vida sin tener que realizarse constantes preguntas? ¿Por qué aun así seguía pensando en vez de centrarse en el beso? Y eso hizo. Consiguió dejar la mente en blanco y saborear los labios de Patricia. Unos labios tiernos y blandos; jugosos y con sabor a café y tabaco; unos labios de mujer; de una mujer a la que deseaba. Era su primer beso serio. Su primer beso apasionado. Su primer beso importante. Pero no era su primer beso. Ese puesto lo ocupaba Andrea, una chica gordita de su clase, a la que besó en una excursión del colegio mientras jugaban a la botella. Él, al igual que todos los chicos que participaron en el juego, deseaba que la botella se parara en él cuando le tocó girarla a María, pero se paró en Raúl, el chico con más suerte que había conocido en su vida (días antes se encontró un billete de cinco euros en el suelo). Y de Raúl giró a Marta, y de Marta a Pedro, y de Pedro a Andrea, y de Andrea a él, y ahí se acabó el juego, porque justo cuando Lucas estaba apuntando para que le tocara María, o Silvia en una no menos mala tirada, les sorprendió el profesor, que era cura, y les echó una bronca de diez.

Así que ese día solo besó a Andrea, y fue un beso sucio y desganado. Además, venía de besar a Pedro, y le daba un poco de asco pensar que las babas de Pedro se las estuviera pasando Andrea. Pero los besos eran de treinta segundos de reloj, así que en esos treinta segundos intentó pensar en otra cosa, y sin querer le vino su abuela a la cabeza, lo que estropeó aún más el beso, porque sintió que la estaba besando a ella.

Pero ahora el destino le había recompensado con un beso maravilloso, de los que se pueden contar consiguiendo la expectación y envidia de los lectores. Aunque era casi mejor, por su integridad física, no contarle a nadie nunca lo que estaba sucediendo en ese preciso momento de felicidad.

Sin saber por qué, quizás para demostrarse que no era un sueño, Lucas se separó de Patricia. No era consciente de lo que había durado el beso, podrían haber estado media hora que al él se le pasó volando. Patricia torció el gesto, y pese a que en realidad habían estado más de tres minutos con sus bocas juntas, le pareció poco y se sintió rechazada “¿Qué te pasa? ¿No te ha gustado?” preguntó preocupada “No, sí, ha sido alucinante” dijo con tono seco y alegre “¿Entonces seguimos?”  sonrió ella.
Pero en ese momento la conciencia, su maldita conciencia, comenzó a formar parte del juego. Se empezó a poner nervioso por lo que acababa de hacer. Otra vez era acribillado a preguntas que su cerebro le mandaba para torturarle junto a las imágenes de sus padres y sus tíos avergonzados por su conducta. Se sentía repudiado y sucio. Y sabía que no se podría justificar, por muy guapa y tentadora que fuera Patricia, él debió de negarse y actuar de forma correcta “Patricia es que…”,“¿Es que qué?”, “Pues que tú eres increíble, y el beso ha sido…”, “El beso ha sido genial- le cortó ella- así que no le des más vueltas, si nos ha gustado ¿Por qué no podemos seguir?”, “¡Pues porque eres mi prima!”, “Tú prima segunda. Lo de los primos segundos es una gilipollez. Si hasta tu padre decía que hacíamos una buena pareja.”, “Estaba bromeando.”, “Pues yo no. Tú me gustas Lucas, y yo sé que te gusto, porque me doy cuenta cómo me miras y me sonríes. Además, no se tiene por qué enterar nadie. Sería nuestro secreto. ¿No te parece excitante?”, “Sí, pero es raro. No sé… Además, tú puedes tener al chico que quieras.”, “Pero te quiero a ti.” Al oír esas palabras Lucas se quedó de piedra. Jamás una mujer, exceptuando la familia, le había dicho te quiero. Y era gracioso, porque, aunque Patricia se justificara, seguían siendo familia, así que bien pensado nunca nadie fuera de su familia le había dicho te quiero. No sabía qué hacer, no tenía agallas para responderla con las mismas palabras, aunque lo sentía y sería para él toda una experiencia decirlo, pero no tenía valor, no quería fastidiar más las cosas.

Patricia se levantó despechada tras el silencio de Lucas al no sentirse correspondida con la exteriorización de sus sentimientos. Corrió entre lágrimas producidas por la vergüenza de quien se lanza a la piscina, pero choca contra el bordillo. Y aunque nadie les había visto, para ella era como si el Universo entero hubiera estado presente y ambos fueran los protagonistas de aquella tragedia.

Lucas reaccionó y se puso en pie. Otra vez a correr, pensó. Sí no fui capaz de alcanzarla antes, ahora que está dolida es harto imposible. Patricia corría como un cervatillo herido que huye de su depredador. Lucas era el cazador, así se sentía ahora. Había tenido en su poder un valiosísimo tesoro, pero lo había dejado marchar, como siempre había hecho en su vida. Y ahora era tarde para recuperarla. Sabía que si no la alcanzaba y le decía a los cuatro vientos que la quería, jamás se lo podría decir otra vez. Conocía a su prima y con el dolor que le había proporcionado, construiría un durísimo muro infranqueable. Se echaría un novio guapo que la idolatrara y correspondiera, un novio con cojones como su primo Jose, un novio que se mereciera. Pero él quería ser ese novio. Ahora le daba igual sus padres, y sus tíos, y los tíos de sus padres, y los padres de sus tíos. Le daba igual sus amigos, y los novios, y sus primos idiotas. Ahora le daba igual todo, menos Patricia.

Corrió como no había corrido en su vida, incluso más que la vez que le persiguió un perro y pensaba que le quería morder. Pero no la alcanzaba. Aquellos pasillos laberínticos le parecían larguísimos. No se veía casi nada y el efecto del alcohol lo empeoraba y lo hacía todo borroso. Le dio un fuerte mareo, pero no dejó de correr. Temía caerse desmayado en cualquier momento. El corazón le latía con más fuerza todavía que cuando se estaban besando. Todo ahora era más intenso e hiperbolizado que nunca. Todo ahora era vital.

Pero el tiempo se acaba. Las luces del salón de baile eran cada vez más cercanas. La música se oía cada vez más alta. Patricia estaba casi llegando, y una vez dentro, la carrera estaría perdida.

Pero Patricia frenó un poco la velocidad. Estará cansada pensó, no era normal que mantuviese ese ritmo frenético tanto rato. Pero la verdad no era esa. Patricia estaba en plena forma, y pudo incluso haber corrido el doble de rápido y el doble de tiempo, pero al saber que Lucas la perseguía, aminoró el ritmo para que la alcanzara y poder así dar rienda suelta a su pasión adolescente y primaveral.

Lucas se acercaba y cada centímetro más cerca de ella se sentía más vivo. Se sentía más fuerte, más valiente, más Lucas. Probablemente era, no, sin ninguna duda era esa, la mejor decisión que había tomado en su vida.

Lucas alcanzó a Patricia y la agarró del brazo, y mientras gritó con todas sus fuerzas “¡Yo también te quiero!” Nada más acabar de decir esas palabras, que jamás había dicho a nadie, se precipitó a sus labios para besarla con todo su amor. Un amor que le cegaba. Un amor que no le permitió ver lo cerca que estaban del salón, de la gente que había fuera fumando, de las parejas que estaban dando rienda suelta a su amor sin necesidad de ocultárselo a nadie. Y, sobre todo, un amor que no le permitió ver a la madre de Patricia, que la buscaba con una rebeca en la mano.
 
Amparo, que así se llamaba la madre de Lucas, Antonio y Lucas, caminaban con caras largas hacia el coche. El premio a la peor cara sin duda se lo lleva Amparo. Tenía la mirada perdida y llena de una tranquilidad aterradora, una mirada que no representa para nada la furia latente, pero que se intuía.

La cara de Antonio era normal, sin más, ni está cabreado, ni orgulloso, ni alegre ni triste, probablemente si se le preguntara a cualquiera que desconociera lo que había pasado, qué le sugería la cara de Antonio, la gran mayoría diría “Está borracho e intenta disimularlo.”.

Y, por último, la cara de Lucas, esa sí que era para hacer una tesis. Una cara abierta a múltiples y no equivocadas interpretaciones. Una cara que lo representa todo: miedo, alegría, vergüenza, orgullo, satisfacción, arrepentimiento, odio, amor, ira, dulzura, madurez, inocencia, juventud, deseo, reprimenda, y un largo etcétera, que cada cual imagine un sentimiento, que Lucas sería capaz de recrearlo en ese instante con la más sutil referencia.

Por fin llegaron al coche. Nadie habló desde que se fueron del salón. Antonio se moría de ganas de romper el hielo y asegurar que aquellos langostinos eran los mejores que había comido jamás, pero no quiso arriesgarse a una mirada asesina de su esposa, incluso a un desprecio verbal. Quizá parte de la cobardía que hasta esa noche había sentido Lucas a la hora de hacer algo venía de su padre, pero nadie en su sano juicio hubiera dicho nada en ese momento, por lo que no se podría saber a ciencia cierta.

Antonio abrió el coche y justo cuando Lucas se fue a meter en él, sintió un fuerte, seco y picante guantazo en la nuca. Fue rápido pero eficaz. A Lucas le dio una arcada, pero logró reprimirse, sabía que no era una buena opción vomitar en ese momento. La colleja también sorprendió a Antonio, que no pudo reprimir una leve carcajada, que intentó disimular con una tos tan falsa como extraña “¿Te hace gracia?” preguntó Amparo a su marido, “Para nada” dijo serio sin mirarla mientras se montaba en el coche.

Poco a poco se fueron alejando del salón de baile. Allí la gente seguía bailando y bebiendo, bebiendo y disfrutando.  Quedaba en su mayoría la gente joven, amigos del novio y de la novia. Pero a Lucas le daban todos igual. No le daba envidia que la gente siguiera pasándoselo bien, no envidiaba a su primo José, que estaría enrollándose con alguna chica, no envidiaba nada ni a nadie. Porque sabía que probablemente nadie en esa fiesta, igual ni en todo el mundo, había sentido la sensación de felicidad que él sintió esa noche.

Había merecido la pena todo y estar ahora castigado bajo la odiosa mirada de su madre, le hacía más ilusión y le llenaba de placer por sentirse un mártir. Saber que Patricia le esperaría y sentiría lo mismo que él, saberse la mitad de un todo en un universo tan grande e indiferente.

“Ha estado bien la comida, ¿eh?” dijo Antonio rompiendo el silencio. Pero el silencio volvió a invadir el coche. Un silencio que molestaba a Antonio, que era el único que no estaba pensando en nada específico, ya que, Amparo le daba vueltas a cómo afrontar lo sucedido, psicoanalizar a su hijo, qué castigo imponerle, y Lucas, en fin, los pensamientos de Lucas pasaban de lo específico a lo universal. Miraba por la ventana el cielo estrellado y ya no se sentía solo. Esa sensación de soledad que había sentido desde hacía ya un tiempo, esa que comparaba con la soledad de cada uno de sus ojos, que estando juntos no se ven. Pero ahora cada uno de sus ojos tendría la compañía de los preciosos ojos de su prima.

Antonio, que era el único al que le fastidió tener que abandonar la fiesta, nervioso y tenso por ese silencio que le incomodaba, se decidió a poner la radio. Pasó las emisoras buscando alguna que le complaciese, no es que tuviera gustos muy específicos, pero mientras conducía le gustaba oír una música u otra dependiendo de si era de noche, atardecer, si iban por la playa o por la montaña… En fin, que aunque nunca fue muy artístico le gustaba ponerse su banda sonora particular. Consideró que lo que hacía falta en ese momento era algo animado y cañero, para que nadie se durmiera, y menos él.

“Pues yo me he puesto morao a langostinos” dijo para sí mismo, porque sabía que nadie le iba a escuchar “Una bolsa” balbuceó Lucas “¿Qué?” contestó alegre Antonio al ver que alguien más habla. Amparo se dio la vuelta y descubrió a Lucas tapándose la boca y haciendo milagros para no vomitar “¡Lo que faltaba, encima está borracho!” “Igual le ha sentado mal algo” intentó defenderle Antonio, “No seas inocente cariño, y para el coche que lo va a poner todo perdido”, “Aguanta hijo, que a cien metros hay una salida” le animó Antonio.

Lucas se concentraba al máximo para no vomitar. Intentaba no respirar, pero le da todo vueltas y le mareaba. Le venían a la cabeza las estrellas que acababa de mirar hacía un momento y ya no le parecían bonitas. Por fin el coche se paró y Lucas salió corriendo de él. La vomitina parecía petróleo, “Alá, ahí va toda la cena” dijo Antonio intentado hacerse el gracioso desafortunadamente. Lucas volvió al coche con la máxima dignidad con la que puedo, “¿Y tú no le vas a decir nada a tu hijo?” le increpó Amparo a su marido, “Ha sido una chiquillada mujer, tampoco hay que exagerarlo”, “Perfecto, tu hijo de quince años se emborracha, se esconde con su prima para besarse, y a ti te da igual”, “Prima segunda” se le escapó a Lucas. Amparo se giró para arrearle un bofetón, pero Lucas pudo esquivarlo esta vez. “¡Es de tu familia degenerado!” se alteró Amparo. “¡Bueno basta ya! Amparo no pierdas los nervios que todavía tenemos un accidente. Y tú Lucas, no vuelvas a besar a tu prima, ¿me has oído?”. Lucas no responde. “¡Que si me has oído!”, “Que sí pesao”. “¿Ya? ¿Eso es todo lo que le tienes que decir?”, “Pero le quieres mirar, si lleva una encima que ni se entera mujer”.

Lucas miraba por la ventana. Estaba jodido, pero bien. Vomitar le había dejado muy tranquilo. Poco a poco le fue entrando el sueño.

Amparo desistió. Había perdido esa batalla, pero mañana sería otro día. Antonio miraba a su hijo por el retrovisor. Sus miradas se cruzaron. Antonio le sonrió sutilmente y le guiñó un ojo. A Lucas se le escapó media sonrisa y volvió a mirar por la ventana.