12/14/2021 0 Comments Un día soleado en la ciudadCamino por Fuencarral dirección a Atocha. Son las trece treinta y hace un día soleado, supongo que por eso han salido a la calle una horda de chavales jóvenes de distintas ONGs, con unas ganas tremendas de hablar un minuto contigo. Le digo que no a la primera, y sonrío, aunque no se ve con la mascarilla. Al segundo lo esquivo. Con la tercera tengo suerte, ha parado a otros. La cuarta se pone delante, y con frialdad le hago un gesto con el dedo negando. Ya me he acostumbrado a esa frialdad, aunque la odie con todas mis fuerzas. Es la misma frialdad con la que ignoro a la enésima persona que pide dinero en el metro o en la calle cada día. La odio y me asusta. Recuerdo cuando de pequeño iba con mi abuela de su casa de Cuatro Caminos hasta la de mis padres en Estrecho; Ella siempre daba algo de dinero a cada persona que pedía en la calle. No recuerdo que hubiera más de cuatro o cinco, pero siempre les daba cuando les veía, cada día, ida y vuelta. Y yo a veces doy, no muchas y casi siempre a músicos, supongo que por sentirme bien, o por no sentir esa frialdad que produce la ignorancia hacia esas personas.
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