1/27/2021 0 Comments SonrisasDeberíamos tener un espejo en la entrada de cada casa, para mirarnos antes de entrar y salir de ella, dedicar unos segundos a observar nuestro rostro, los ojos, la boca, el entrecejo... ser conscientes de nuestra expresión: de cansancio, de ira, de tristeza, de hastío, de "inexpresión", e intentar modificarla con una sonrisa. Si entramos y hay alguien dentro de la casa lo agradecerá. Si no hay nadie dentro de la casa, aunque no lo creas, lo notarás tú (es una forma de conexión y amabilidad hacia uno mismo). Y si salimos, probablemente, se la contagiemos a alguien (en el cerebro tenemos neuronas espejo que la reconocen e imitan).
Yo tiendo a tener una cara de póker constante, a la altura de Iván Mozzhujin en el efecto Kuleshov (experimento realizado por el cineasta ruso Lev Kuleshov, en el que intercalaba la misma cara inexpresiva del actor con un plato de sopa, un ataud y una niña jugando. El espectador tenía la sensación de que el actor cambiaba su expresión al reaccionar ante cada escena, adoptando hambre, tristeza y ternura, relativamente. Kuleschov lo llamó "Geografía creativa", refiriéndose a la capacidad de poder crear un mundo no real o "espacio cinematográfico" inventado gracias a la yuxtaposición de planos grabados en espacios distintos). A veces me miro al espejo y me asusto de mi inmovilidad facial. Me sonrío cínicamente, arqueo las cejas, muevo los labios, en definitiva, pongo caras para romper esa invariabilidad. Cuando soy consciente de mi expresión, muchas veces por verme reflejado en algún lugar, intento sonreír levemente, como la media sonrisa de Buda, que emanaba paz y serenidad, que iluminaba y contagiaba felicidad, aunque dudo mucho que mi media sonrisa forzada se acerque a eso. Pero poco a poco mi cara se va acostumbrando a esa sonrisa (gracias a la facilidad con la que me la producen mis sobrinas) y se va alejando de la cara Kuleschov. Según estudios neurológicos, las personas risueñas viven más, tienen mejor salud, son más atractivas y tienen mayor equilibrio emocional. Hay una sonrisa que destaca sobre las demás por su autenticidad (aunque cada vez más gente es capaz de imitarla para sus selfies, yo, como se puede comprobar en el selfie cutre que adjunto al texto, estoy a años luz de conseguirlo). Se llama la sonrisa Duchenne, por el doctor y científico francés Guillaume Duchenne que, en 1862, explicó que su característica principal era la elevación de las comisuras del labio, ayudado por las mejillas, abriendo levemente la boca, enseñando un poco los dientes y entrecerrando los ojos. Es una sonrisa espontánea y genuina, que nos delata las patas de gallo. Pese a las mascarillas, somos capaces de percibir la sonrisa a través de la mirada, y debido a las mascarillas, nos miramos más a los ojos, así que, aprovechemos para sonreírnos con la mirada. Como dice el maestro Thich Nhat Hanh, cuyos libros me han ayudado mucho en estos tiempos tan locos, "con tu sonrisa haces el mundo más bello".
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