La herencia de los cerezos

Esta mañana he estado en las fincas de cerezos con mi padre echando abono e injertando.

Injertar consiste en cortar una rama con varías púas de un cerezo sano y que tenga una buena producción de cerezas y, añadirla a otro cerezo para que crezca resistente y con la variedad de cereza que queramos obtener. Se hace entre enero y marzo, antes de que la savia suba por el tronco y alimente a todas sus ramas.

Es una técnica de cultivo que me fascina y me parece muy bella. La savia del árbol llegará en primavera a la rama nueva y se fusionarán en un nuevo árbol. Se podría decir que el árbol mayor cede parte de él, para que el árbol pequeño crezca y mejore, y obtenga todo lo bueno del cerezo donante. Esos dos árboles ya serán familia, serán padre e hijo.

Una de las primeras personas en plantar cerezos en mi pueblo fue mi abuelo Amado (qué bonito nombre para plantar árboles) quien aprendió de manera autodidacta el cuidado de este precioso árbol. Mi padre Amador (otro bonito nombre para plantar árboles) aprendió de él su cuidado y me lo enseñó a mí, Álvaro (cuyo origen nórdico significa Guardián o defensor. Apropiado también para plantar árboles). De los árboles que plantó mi abuelo salieron nuevos árboles, que ofrecieron nuevas ramas a nuevos árboles que plantó mi padre y que, a su vez, son los que ofrecen nuevas ramas a los árboles que planto yo. La herencia de los cerezos.

Siempre he disfrutado del trabajo en el campo, es mi huida del estrés de la ciudad, es mi conexión con la naturaleza, con esta tierra hurdana a la que me siento tan unido. Este año el injerto ha sido más especial, ya que, empecé a meditar hace un año y he aprovechado para que este trabajo fuera una suerte de meditación.
Existe en Japón una energía a la que llaman Ki (no existe traducción en otras lenguas). Es una energía sutil que está dentro de los cinco sentidos. Podemos sentirlo si tenemos la sensibilidad y atención que nos lo permita. Al abrir la rama del cerezo no veremos el capullo de la flor, pero hay una fuerza o energía vital invisible que produce la flor. El cuerpo humano también está ligado al ki. A través de nuestra mente podemos acumular ki y conservarlo o enviarlo fuera.
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Bien, pues mientras injertaba, notaba felicidad, conexión (con el árbol, con mi abuelo, con el pueblo), energía, que supongo que podría ser el ki. Al hacer los cortes y juntar la rama con el tronco, lo he puesto en la palma de mi mano, la he cerrado y he procurado ofrecer al árbol mi ki. He injertado unos treinta cerezos y no sé cuántos saldrán adelante (no todos los injertos salen adelante y ver los cerezos muertos da pena, pero da mucha alegría ver los que sí crecen y al cabo de un par de años dan cerezas) pero parte de mí está en esos árboles, que por herencia también tienen parte de mi padre y parte de mi abuelo. Toda esa energía está en cada cerezo y ese es el secreto de que las cerezas estén tan ricas.