CAPÍTULO X: EDITOR

Pasó solo un fin de semana desde que se me acabó el contrato como pinche de cocina hasta que encontré un nuevo trabajo. Esta vez sí estaba relacionado con lo que había estudiado. Joji, una amiga del máster me llamó diciendo que había empezado a trabajar en una productora y estaban buscando a alguien en edición. Les pasé mi currículum y me llamaron para hacerme una entrevista. La oficina estaba un poco a tomar por culo, en Boadilla, pero bueno, merecía la pena ir a probar suerte. Me entrevistó la jefa, y no sé por qué siempre se me han dado muy bien las entrevistas, sobre todo con mujeres de mediana edad. Será porque hablo bien, sin muletillas ni palabrotas, me pongo una camisita bonita e intento estar tranquilo. Después, una vez que me cogen en el trabajo, ya vuelvo a hablar fatal, voy con camisetas viejas y soy un culo inquieto. La entrevista salió muy bien y la señora, de cuyo nombre prefiero no acordarme, me dijo que empezaba ese mismo lunes. Estaría una semana en prácticas para ver qué tal y si lo hacía bien después me contrataban. Me tuve que sacar el abono transporte B2, ese que vale un ojo de la cara, pero bueno, si lo hacía bien después me lo pagarían ellos.

El primer día me presentaron al resto de compañeros, todos jóvenes como yo, entre ellos mi amiga Joji. Me enseñaron la salita donde editaría los vídeos, no tenía mala pinta. El marido de la mujer cuyo nombre prefiero no recordar era quien me supervisaría y me enseñaría lo que tenía que hacer. Tenían un programa de televisión para Castilla y León que se llamaba “Mi mansión está en venta”, me enseñaron un par de episodios y me parecieron basura de la buena, pero no le veía dificultad alguna al montaje. El marido de la mujer cuyo nombre prefiero no recordar me dijo que había que seguir siempre la misma estructura, que era como hacer churros, que no me saliera de esa estructura ni fuera creativo, ni nada, que eso funcionaba así, aunque por lo que decía mi cara, no me gustara. Ok le dije y me pasó un disco duro con los brutos de un programa. Así que me puse a editar. Ahí pasé unas cuantas horas viendo los planos de una mujer enseñando su mansión a una presentadora con poca gracia. Estaba yo solo, no tenían a nadie más en edición, pero me dijeron que iban a traer a alguien. No llevaba ni un día allí y ya echaba de menos la cocina de la residencia. Sobre las once la jefa, cuyo nombre prefiero no recordar, nos decía a todos que fuéramos a desayunar a una terraza que había al lado y se ponía a pedir cafés y pinchos de tortilla para todos, ella pagaba. Nos tirábamos como cuarenta minutos allí y no es que estuviera incómodo, pero nunca he sabido llevar bien los desayunos largos en los trabajos, me ponen nervioso, lo veo como una pérdida de tiempo, prefiero salir antes la verdad, pero bueno, no sería el único trabajo que tendría donde los desayunos se alargaban absurdamente. Al acabar la jornada tuve la oportunidad de conocer un poco mejor a los compañeros, parecían buena gente. Había un par de chicos que también habían estudiado guion y habían hecho las prácticas en Globomedia; venían de trabajar en el Intermedio, pero habían prescindido de ellos y llevaban en esta productora medio año ya. Me comentaron que no se estaba mal, pero que llevaban retrasos con los pagos. Hum, siempre me he creído bastante bueno calando a la gente de primeras y algo había en la jefa, cuyo nombre prefiero no recordar, y de su marido, que no me daba buena espina, quizá fuera el exceso de amabilidad, lo sobreactuado de sus gestos, el aire de superioridad que tenía ella (él era más majo) o lo rápido que me pusieron a montar un programa el jodido primer día de prácticas. Que tuvieran problemas con los pagos me mosqueaba, pero era mi primer día, tampoco iba a ponerme yo a quejarme de todo.

El segundo día fue un poco más de lo mismo. Me metí en la salita de edición y me puse a editar los programas. Otra señora ricachona contando sus miserias y por qué quería vender su mansión; planos ridículos de habitaciones ridículas y sin la menor pizca de gracia el programa; cómo me hubiera gustado que hubiese sido “Granjero busca esposa”, que emitían por aquella época y que estaba repleto de humor; lo bien que se lo debieron pasar los editores de ese programa y la mala baba que tenían. Lo mío era simplemente aburrido. Aburrido de cojones. Qué mal llevo aburrirme en los trabajos. Mal, mal lo llevo. Yo pensaba que en algún momento el marido de la mujer, cuyo nombre prefiero no recordar, se sentaría conmigo y me enseñaría cositas de edición; el cabrón llevaba toda la vida y tenía bastante experiencia, y yo, inocente de mí, pensé que compartiría conmigo. Pero nada. Se pasaba de vez en cuando a ver cómo iba y me corregía las dos cositas más creativas que había añadido. Después se iba y se tiraba media mañana a gritos con su mujer, delante de toda la oficina. Yo alucinaba un poco, pero los compañeros me dijeron que era el pan de cada día. Eran muy histriónicos. Eran una puta parodia los dos. De vez en cuando se pasaban sus hijos con un cochazo, se daban una vuelta y saludaban, hacían como que trabajaban en algo y se iban. Una sitcom mala parecía todo aquello. The office en cutre y casposo. A las once, de nuevo, todos a desayunar, como para hacer la mierda esa de team building, y a escuchar los comentarios clasistas de la jefa; comentarios de los que me tenía que morder la lengua tipo: con lo fácil que es tener becarios que te saquen el trabajo gratis; quien no tiene una empresa es porque no quiere; si no te gusta ahí tienes la puerta; no cobran pero es una oportunidad para ellos... Así lo decía la tía bruja, sin ninguna vergüenza, delante de todos sus empleados, que eran la mayoría becarios (yo aun no sabía si era becario, si me iba a contratar, era todo muy difuso), y otros a los que llevaba meses sin pagar. Eso sí, los cafés los pagaba todos los días y fardaba de ello, de ser una jefa guay. Me hierve la sangre aun de pensarlo. El segundo día era, repito, y yo no veía nada claro que ese sitio fuera para mí. Aun así me dije de aguantar.

El tercer día busque un buen momento para hablar con la jefa, cuyo nombre prefiero no recordar, para aclarar mi situación: me iba a contratar o qué. Ya había demostrado que podía montar los programas sin ningún problema, y le dije que no iba a ser ni becario ni estar en prácticas, que si le gustaba mi trabajo que me hiciera un contrato. Me dijo que estaba muy contenta conmigo y que los programas estaban muy bien montados, y que me haría un contrato sí, que no me preocupara. También le dije que me pagara el abono transporte, que valía un ojo de la cara. Lo mismo, que no me preocupara. Se inventó una milonga y se fue a gritar a uno de los que grababan. Seguí montando programas, aunque ya procrastinando bastante, no quería montar mucho más hasta que firmara el contrato. Me llevé un libro y como estaba encerrado en la salita, monté bastante rápido medio programa y el resto del día lo pasé leyendo.

Al día siguiente vino un pobre hombre, editor, que iba a ser jefe de postproducción. Se trajo su ordenador y lo metieron en otra sala. Me lo presentaron y me dijeron que lo pusiera al día. Claro, yo le explico a este pobre desgraciado la mierda en la que se quiere meter a trabajar no os preocupéis. Después, volvía a hablar con la jefa y le pregunté que en qué posición quedaba yo, si él iba a ser mi jefe o qué, porque se le veía un pelín despistado. Me dijo que tenía mucha experiencia y que entre los dos formaríamos el departamento. El departamento ja, ja, ja. Yo le dije que a mi lo que mejor se me daba era grabar, así que podría ir a grabar algún programa de vez en cuando, en vez de estar todo el día editando. La idea le gustó, pero me dio largas. El contrato seguía sin estar listo.

Ya empezaba a estar un poco hasta los cojones de esa mujer, de su marido, de sus hijos y de toda la poca vergüenza que tenían. Veía claramente que se estaban quedando con todos, que la empresa iba como el culo y estaban intentando sacar todo el dinero que pudieran y dando largas con los pagos. Eran unos vende humos de categoría. Lo hablé bastante con Joji y le dije que me iba a pirar, total, no tenía ni contrato ni tenía pinta de que me lo fueran a hacer, y no quería seguir sacándoles trabajo gratis. Me jodía perder el dinero del abono, eso sí. El resto de compañeros estaban bastante quemados también pero no hacían nada, preferían aguantar. Era una batalla que no iba conmigo, de momento, porque si finalmente firmaba el contrato y no me pagaban, si que me tendría que poner a pelear como un cabrón. Así que decidí que no seguiría. El sábado se casaba mi primo en Badajoz y me cogería un pedo como una casa y me quedaría durmiendo y haciendo el vago toda la semana. Pero antes de eso, la jefa, la toca cojones de la jefa, la sinvergüenza de la jefa, me dijo que como tenía ganas de coger una cámara y grabar, que le grabara la fiesta de cumpleaños de su hijo, que era el viernes en un bar pijo de Pozuelo. Claro, yo te la grabo sin ningún problema, qué menos, después de haberme dado la oportunidad de trabajar para ti.

Llegó el viernes, acabamos de currar y nos fuimos hasta Pozuelo. Los becarios y trabajadores que seguían sin cobrar también estaban invitados, y tenían que ir claro, si no era un feo. El bar estaba lleno de pijazos de categoría, coches de gama alta aparcados en doble fila en la puerta, canapés, bebidas, música de mierda… Toda una fiesta de cumpleaños. Tiraron la casa por la ventana. Yo flipaba en colores. No tienes dinero para pagar a tus empleados pero sí para hacer una fiesta grandilocuente a tu hijo y encima tener los ovarios de invitar a tus empleados para fardar. No sé si era gilipollas o mala, o las dos, es una fina línea lo que separa una cosa de la otra. Yo me puse hasta el culo de comida y me enchufé unos cuantos cubatas, cámara en mano eso sí y me puse a grabar, todo desenfocado, todito desenfocado, era mi venganza, era mi maldad. Hice entrevistas a la gente, al cumpleañero, a la madre del cumpleañero… Todo DESENFOCADO. Y sobre las dos de la mañana les devolví la cámara y me fui pensando en la cara que pondrían al ver los vídeos. Probablemente pensarían que no lo hice a posta, sino que era un incompetente. Eso nos pasa por no contratar a profesionales mamá joder, me imaginaba que diría su hijo. Esto no vale para nada, vaya mierda, y me acosté riéndome y sumido en esos pensamientos malignos.

Algún lector pensará que lo que hice estuvo mal, bien, puede ser, pero han pasado doce años y me sigue haciendo mucha gracia y no me arrepiento de ello. Si que me hubiera arrepentido, y mucho, si les hubiese robado material, porque tuve la oportunidad y no se hubieran enterado (me dieron, sin ningún sentido, las llaves del almacén y de la productora), pero mi maldad tenía un límite y no lo hice, preferí desenfocarles el vídeo. Además, después de haber robado todos los saleros en Salamanca, me juré no volver a robar nunca más, ni aunque fuera un mísero boligrafo.

A la vuelta de la boda, en la que efectivamente, me cogí un pedo como una catedral, le mande un mail a la jefa, cuyo nombre prefiero no recordar, explicando, con muchísimo respeto y cortesía, que no seguiría y todo lo que me parecía mal de la empresa. He buscado y he encontrado el mail. Dice así:

Hola (nombre de la jefa),

Te escribo para decirte que abandono mi puesto en (nombre de la productora). Te agradezco la confianza que has depositado en mí, pero no estoy de acuerdo con algunas decisiones que has tomado y la forma en que estás gestionando mi trabajo allí.

- Primero, por que no me has aclarado en base a qué estoy, si de becario o con algún tipo de contrato, y creo que en la semana que llevo, Isabel ha tenido tiempo de sobra de tomar mis datos y darme a firmar cualquier tipo de documento en el que se justifique mi presencia allí.

- Segundo, no me parece justo que ayer me asignaras supervisor de David, cuando él sabe más que yo, y es al que has contratado como principal montador; creo que es una falta de respeto hacía él como profesional, y hacía mí por asignarme más responsabilidades sin saber todavía en base a qué estoy trabajando.

- Tercero, mi puesto allí era de montador, o ayudante de montaje, y hoy he tenido que hacer tareas de producción y estar todo el día ejerciendo un trabajo que no me corresponde, por lo que no entiendo por qué he tenido que estar todo el día en la oficina; entiendo que hay mucho trabajo, pero yo no puedo dedicarme a aprender cómo se hace el trabajo que hacen mis compañeros, y en vez de ayudarles, entorpecerles con preguntas y ralentizar su ya ajetreado trabajo.

- Cuarto, me parece excesivo estar más de ocho horas si en principio estoy de becario.

Espero que no te lo tomes como nada personal, me he esforzado al máximo todos estos días, pero creo que es demasiado trabajo, y trabajar contrareloj hace que sienta que no estoy haciendo todo lo bien que pudiera mi trabajo, debido a que todavía no he cogido el ritmo tan frenético que llevais. Le agradezco mucho a Ángel los conocimientos que me ha enseñado y el tiempo que ha dedicado a enseñarme; en ese sentido me llevo una grata experiencia. También te agradezco a tí personalmente las invitaciones a comer y al cumpleaños de Jandro.

Siento comunicartelo vía mail, pero creo que estoy cogiendo gripe y mañana iré al médico para que me recete algo. De todas formas todas las casas están ya montadas y solo queda empaquetarlas en los programas (trabajo que entiendo que hace Ángel), por lo que creo que mi baja no causará ningún daño esta semana, puesto que entre David y Ángel pueden hacerlo perfectamente.

Espero que os vaya todo muy bien y que el programa sea un éxito. De verdad.

Un saludo,
Álvaro.

Como digo, un mail muy respetuoso y que tardé en escribir un par de horas. Si le hubiese dicho la verdad me hubiese desahogado bien, pero ante todo, preferí ser educado. Todo lo de que aprendí mucho era mentira, pero bueno.

Ese mismo día me llamó por teléfono para ofrecerme hacerme fijo y cobrar mil trescientos y no recuerdo que más. Recuerdo que estaba en El Corte Inglés con mi madre. Hablé con ella rápido, me desagradaba mucho la situación y le dije que gracias pero no. Ella insistió un poco, pero me despedí y colgué.

Mi padre no entendió muy bien mi decisión y me dijo que no siempre se está a gusto en los trabajos y que había que aguantar. Lo siento padre, pero yo no soy capaz de aguantar en un trabajo donde no soy feliz. Llámadne raro, tiquismiquis, afortunado, flojo, o lo que consideréis, pero si algo no me gusta, me voy.

Meses más tarde los compañeros denunciaron y la empresa cerró. No pusieron mi nombre en los créditos de ninguno de los ocho o diez programas que monté, ni me pagaron el abono transporte, pero me dio igual. Pasé varios meses después sumido en un vacío y una gran tristeza por no encontrar mi lugar, que se me hicieron difíciles de superar. No volví a encontrar trabajo hasta un año y medio después. Entre tanto me salió un proyecto de una película en Sevilla que al final se cayó, me compré material para grabar y editar y busqué curro como autónomo y, como todo era una puta mierda enorme, acabé preparándome las oposiciones para policía que os contaré en el siguiente capítulo.

Todo mi respeto a los becarios y editores, para mí, uno de los trabajos más duros que hay, y no todo el mundo vale para ejercer como es debido.