CAPÍTULO IV: LONDRES

En el verano de 2007 me surgió la posibilidad de ir con una Beca Leonardo el mes de Julio a Londres para “mejorar” mi inglés y trabajar. A mi nunca me habían dado ninguna beca; nunca he sido un estudiante modelo ni he sacado notas brillantes; siempre me he mantenido en la tabla media, en el pelotón, lo que viene siendo la cómoda mediocridad: ni destacar por abajo ni por arriba. Yo siempre he sido de ir tirando e ir sacándome las castañas del fuego. Por otro lado, mi inglés debería de ser bueno, ya que, tengo familiares bilingües, pero por desgracia para mí, en el sistema educativo en el que crecí se estudiaba inglés con unos dibujos de un bicharrajo amarillo (no recuerdo ni su nombre) y los profesores, aunque eran buena gente, no es que fueran muy estrictos (teníamos un profesor que en las clases de inglés tocaba canciones ¡en español!, qué bien lo pasábamos cantando: la guaracha, es un canto, que en La Habana se inventó…). Y como he dicho al principio, yo no era un estudiante modelo, y como heredaba los libros de mi hermana mayor, borraba por encima los ejercicios, lo justo para que se pudieran ver más o menos las respuestas, y los copiaba todos como una rata de alcantarilla (en otra asignatura, en Cultura Clásica, en Cuarto de la ESO, cogí un trabajo suyo entero, borré con típex la nota y su nombre, los apellidos no hacía falta, y puse el mío. Fue muy divertido cuando el profesor me puso un diez y a mi hermana el año anterior un 9). Tiene delito que también me fuera de intercambio un mes a Boston, cuando tenía quince años y tampoco aprendiera mucho. Antes de ir, no sé porqué, me aprendí de memoria las letras de "Let it be" de los Beatles y "Hotel California" de los Eagles, pensando que me serviría para algo, pero no fue así. También me aprendí la frase “I don´t care”, que la utilizaba constantemente cuando no sabía qué responder.

Al empezar la Universidad abandoné el inglés y lo poco que sabía se me fue oxidando bastante. Además, las películas y series las veía en español (¡qué horror!). Y volviendo al tema de la beca. Como todo en esta vida, o te ganas por tus medios las cosas o te las dan por enchufe, y ese fue mi caso. ¿Cómo a un estudiante mediocre que no sabe inglés le iban a dar sino una beca en Londres? pues por enchufe.

Así que, ahí que me fui yo con un grupo de unos veintipico valencianos (que sí sabían inglés) un mes a Londres. Siendo sincero, mi interés no era aprender inglés, sino conocer otro país, salir de fiesta y pasármelo bien con los españoles con los que iba. Qué tontolaba pensaréis algunos, y razón no os falta, pero tenía diecinueve benditos años, y no los quería malgastar.

Al llegar nos alojaron en un hostal. Yo compartía habitación con otros tres chavales que por suerte o desgracia para mí, iban buscando lo mismo que yo. Por las mañanas íbamos a clases de inglés y al cabo de unos días, nos asignaron para ir a trabajar a diferentes sitios, para coger soltura con el idioma y experiencia laboral que poner en nuestros currículos. A mí me tocó junto a otros compañeros trabajar de teleoperador, ¡teleoperador a un pavo que no sabe inglés!. Yo no dije nada claro, tenía que guardar las apariencias, pero sabía que eso iba a estar condenado al fracaso. Las clases y el trabajo eran obligatorios y había que hacer una especie de cuaderno de bitácora de cada día, para justificar la beca. Yo pensé que en cuanto se enterasen de que era un fraude me mandarían de vuelta para España. Además, era de los mayores y ya nos llamaron un par de veces la atención a mí y a los de mi cuarto por salir de fiesta y armar jaleo en la habitación, así que, solo faltaba eso para que tuvieran la excusa perfecta para largarme de allí. Por suerte, me llevaba muy bien con todos los compañeros y eso ayudaba.

El primer día en la “oficina” desde donde llamábamos fue un cachondeo. No me acuerdo de absolutamente nada de lo que teníamos que vender o informar, solo recuerdo que aprendí bastantes insultos en inglés. Yo tenía preparado un guion que leía e intentaba pronunciar lo mejor posible, pero nada más decir “Hello”, ya sabían que era extranjero y cuando me hablaban con un acento más cerrado que el culo de un preso en los baños de la cárcel, no entendía nada, yo volvía a comenzar el guion intentando pronunciar mejor, pero o me colgaban o me insultaban la mayoría de las veces, alguna llamada era amable, incluso en alguna conseguí acabar el guion entero y, creo que hasta hubo algo de entendimiento y una despedida cordial, pero el resto de las veces les solía pasar el teléfono a los compañeros para que se echaran unas risas.
El trabajo por suerte no prosperó para ninguno, ya que, nadie quería ser teleoperador, así que nos cambiaron a otros sitios. Y por suerte los monitores no se enteraron de mi ineptitud.

El siguiente trabajo que nos asignaron fue repartir flyers (imposible recordar nuevamente de qué cojones eran) por la zona del estadio del Arsenal. Nos dieron unos chalecos amarillos y nos dieron los flyers para repartir. El barrio no era muy allá que digamos, pero me gustaba estar en la calle. Poco duramos también en ese trabajo, nadie quería repartir flyers. Nos volvieron a cambiar y a mi me tocó con una compañera en una tienda de segunda mano “Cancer Research”. Y ahí ya me quedé lo que quedaba de mes y, ni tan mal. Me dedicaba a ordenar la ropa, a cambiar el escaparate y a hacer alguna que otra venta, pero como a mi compañera se le daba mejor el inglés la dejaron a ella que se encargara del trato con los clientes y yo me dediqué básicamente a planchar en la trastienda, tranquilito y escuchando música (recuerdo que no paraba de sonar Enrique Iglesias en el radio). La plancha era de las de vapor, una maravilla.

Fueron días muy felices. Los fines de semana íbamos de excursión y salíamos de fiesta sin que se enteraran los monitores (se enteraban seguro pero hacían oídos sordos). Entre semana íbamos a clases de inglés y a los trabajos. A mí me encantaba ir a esa tienda, ordenar los artículos, clasificarlos en la trastienda, tirar los que ya no querían vender (algunos me los quedaba yo y aun los conservo: un vhs de "Pulp Fiction", un disco de "Deep Purple"…) y planchar, cómo me gustaba planchar con esa máquina de vapor, qué tranquilito estaba y qué poco inglés aprendía. Las tardes en el hotel (nos cambiaron del hostal a un hotel en "Nothing Hill") eran como estar en un campamento y mi habitación solía ser la elegida para hacer las “reuniones” (era la habitación más grande y con salida directa a la calle, poco hábiles estuvieron los monitores). Tuve tiempo hasta para enamorarme. Obviamente entre nosotros hablábamos en español, solo hablábamos en inglés cuando estábamos en algún bar y queríamos ligar.

Y básicamente ese fue mi mes en Londres, en donde se suponía que iba a mejorar mi inglés y coger experiencia laboral. Lo primero no lo conseguí, aunque algo sí que refresqué el idioma (siempre pienso que no tengo ni idea y luego algo sé, vamos que me puedo defender, he viajado solo por Estados Unidos y sigo vivo) y en cuanto a la experiencia laboral, pues varios trabajos absurdos más para la colección. Aguanté todo el mes, cumplí con mis tareas y el cuaderno de bitácora y me dieron un diploma que no me ha servido para nada, más que para recordar lo bien que lo pasé y los amigos y amigas que hice.

Después de esa experiencia me propuse aprender inglés, me apunté a varias academias los años posteriores, pero tarde o temprano las acababa dejando (una la dejé porque me fui de copas con el profesor y me tiró los trastos y aunque me caía muy bien, no acababa de ser cómoda la situación). En 2010 estuve tres meses en Estados Unidos, en Montana, en casa de mis primos, con la intención de aprender de una vez por todas el jodido idioma, incluso iba a la Universidad de oyente, hasta hice una pequeña conferencia del cine de Almodóvar, pero me acabé apuntando al club de español y hablaba casi más en español que en inglés con los del grupo. Me apunté allí también a clases de inglés para inmigrantes; era un grupo de lo más entrañable con gente de todas las edades y de países muy diversos. He de decir que veo todo ya desde hace mucho tiempo en versión original y eso, aunque no lo parezca, hace que aprendas sin darte cuenta. Mi mayor logro fue sacarme el B2 para apuntarme al máster de profesorado. Por aquel entonces estaba trabajando de vigilante de sala en el museo Reina Sofía y, me imprimí muchas tarjetas tamaño mano con mucho vocabulario, para estudiar mientras estaba aburrido en la sala, pero eso es otro capítulo y faltan muchos trabajos de por medio hasta llegar todavía hasta allí.
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Todo mi respeto a los teleoperadores, repartidores de flyers y dependientes de una tienda, sobre todo a los que planchan, para mí, uno de los trabajos más duros que hay, y no todo el mundo vale para ejercer como es debido.